Tomado de "Cultores del Municipio Junín 2009" , material perteneciente a Jesús Acevedo, Cronista del Municipio Junín, Táchira, Venezuela
   
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  Maldonado, Román
 
Músico. (n. Rubio, c. 1859, m. Los Teques c. 1940) Director de Banda. Compositor. El músico tachirense Freddy Leonardo Moncada en su tesis de grado para optar al título de Licenciado en Artes de la Universidad Central de Venezuela titulada La Banda Marcial Caracas: Un medio de difusión musical en la Caracas de la dictadura de Juan Vicente Gómez nos refiere que Maldonado fue Director de la Banda de Honor del General Cipriano Castro, llamada también Banda Castro y de la Banda Presidencial del General Juan Vicente Gómez. Es autor de las siguientes obras, entre otras: Carabobo (marcha); Desde la lejanía (bambuco); y los valses La niña Isabel; Bella Unión; El carnaval; El lago; El laurel y el pasodoble El cóndor. Fue alumno junto con Alejandro Fernández y Pedro Damián Vivas de Abel Briceño, compositor nacido en la Villa del Rosario (N. de Santander, Colombia en 1853) La Banda del Estado Táchira dirigida por su amigo, el ya mencionado Alejandro Fernández, interpretó su valse Bella Unión, dedicado a los esposos Ramírez, en la retreta del domingo 20 de diciembre de 1903. Compuso, en honor de una de las gestas de la Revolución Liberal Restauradora, la marcha Tocuyito. La famosa Banda Junín de Rubio ejecutó, en esa ciudad en abril de 1901, su Marcha Fúnebre, en el sepelio de la señora madre del General Juan Alberto Ramírez. Dio testimonio, en su condición de Director de la Banda Presidencial, de las cualidades personales y musicales de Leopoldo Martucci en el juicio penal seguido a este por el asesinato del trombonista Nemesio Miranda, suceso acaecido en San Cristóbal el 4 de febrero de 1914. El eminente historiador e investigador tachirense Juan Nepomuceno Contreras Serrano publicó en el Boletín del Centro de Historia del Táchira de agosto de 1956 (Nº 15), un pequeño pero significativo ensayo bajo el título Aventura de unos Músicos Tachirenses. Por el interés que reviste este relato que da luces a futuras investigaciones y aclara muchos puntos de la nuestra, nos permitimos copiarlo en su totalidad: “Durante el régimen a político guzmancista conocido con el nombre de 'Septenio', estalló, simultáneamente, en el año de 1874, un movimiento armado en Oriente y Occidente del país, acaudillado por los generales José Ignacio Pulido y León Colina, con el fin de derrocar la férrea dictadura implantada por el general Antonio Guzmán Blanco, cuatro añas antes. Dada la gravedad de la hora, en razón del prestigio bélico y arraigo popular de que eran poseedores aquellos dos adalides revolucionarios, el gobierno se vio precisado a dicar órdenes perentorias a todos los lugares de la nación a objeto de reunir, en el menor tiempo posible, numerosos contingente armado de ciudadanos de extracción popular, a usanza de la época, para reforzar a los cuerpos veteranos y hacerles frente a la amenazante situación, especialmente en tierras falconianas, donde el foco rebelde ofrecía mayor peligrosidad por el coraje de sus hombres y la legendaria fama de su caudillo vernáculo. En el Táchira, se formó una división de fuerzas bajo el comando del general Hermenegildo G. Zavarce, veterano y valiente soldado coriano que a raíz del triunfo de la Revolución Federal, había sido designado Jefe de la Frontera con Colombia en dicha región, donde por su característica bondad, popularidad y sencillez, logró captarse aprecio y consideración general. Allí formó hogar con distinguida dama de la aquella sociedad, de cuya unión hay descendientes en Caracas. En San Antonio del Táchira existía para entonces una banda de música compuesta de jóvenes que apenas fluctuaban entre los 15 y 20 años de edad, la cual dirigía con lujo de aptitudes, el profesor Abel Briceño, hijo de padres venezolanos y criado en dicha población pero nacido en la Villa del Rosario de Cúcuta, República de Colombia. El citado conjunto filarmónico, de orden del gobierno nacional entró a formar parte del cuerpo armado de que se ha hecho mención, el cual marchó, en actitud de guerra, hacia el centro de la República, para unirse a otras fuerzas en la sofocación del cual movimiento bélico. El ejército del Táchira no tuvo oportunidad de entrar en acción, ya que, para la fecha de su llegada a Carora, el gobierno nacional había sorprendido y hecho prisionero a Pulido en Oriente, y vencido luego en sangrienta lucha en Barquisimeto, a Colina, quien después se rindió, incondicionalmente, a las huestes gubernamentales en Coro. En esa ocasión hizo Guzmán Blanco, en la capital falconiana, una concentración de elementos bélicos y despliegue de fuerzas que alcanzó a quince mil hombres. Cosa inaudita para aquellos convulsionados tiempos. Pero volvamos al cuerpo de músicos dirigidos por el maestro Briceño. Restablecida la paz en toda la nación, licenciáronse las tropas puestas de facción con motivo de la revuelta, menos la banda de músicos tachirenses que, con la difusión de sus melodías vernáculas, vibrantes, emotivas, llenas de ritmos que reviste este relato que cadenciosos con unción de montaña, claror de amanecer y musitar de linfas, fue incorporada a cuerpo veterano como unidad “semi-militar” señalándosele misérrima ración que apenas alcanzábale a sus componentes para cubrir los reducida porción de sus ingentes necesidades. Para aliviar tan penosa situación pecuniaria, lograron los músicos se les permitiera dedicar las horas libres que dejábales el servicio castrense, a ocupaciones artesanales u otros trabajos honestos de que eran poseedores. Llenos de amargura y desazón por tales contratiempos, transcurrían los días de estos conterráneos en la capital y poblaciones circunvecinas. Su mayor anhelo consistía en retornar a sus nativos lares donde aguardábalos el calor hogareño, pues a excepción de su director artístico que era hombre que frisaba en los treinta años de edad, los demás miembros de la banda, como se ha visto, eran tiernos e inexpertos jóvenes. Pero tan vehemente aspiración habíales sido imposible realizar por venales caprichos de sus superiores. Los aires musicales tachirenses y de otras Secciones de la Andina Cordillera, que tocaba aquel conjunto artístico, transparentados en valses, marchas militares y todo lo concerniente al arte bélico, habíales creado ambiente acogedor, especialmente en Caracas (No quiere esto decir que composiciones de tales nombres no se tocaran en la capital, sino que por extrañas en su concepción y ritmo, o por otras características, las ejecutadas por este conjunto merecían el aplauso unánime de soberano) Tal vez esta circunstancia ­suponemos nosotros- militaría en las esferas oficiales para abstenerse de conceder les la baja y los fondos pecuniarios indispensables para el regreso de los noveles artistas a su lar nativo. Hubo momento en que sus ilusiones al respecto tuvieron hálito prometedor. Terminado el "Septenio" y ascendido al poder supremo, en 1877, el general Francisco Linares Alcántara, vino a revivir sus esperanzas el cambio de mandatario. Sucedió que una vez ejecutaba la banda melodías regionales en unos festejos públicos en La Victoria, a donde solía ir el Presidente a disfrutar del solaz y esparcimiento en su pueblo de origen. Gran danzador de toda clase de ritmos musicales, en uno de los bailes que en honor suyo fuéronle obsequiados y en donde la batuta del maestro Briceño y sus pupilos pusieron a vibrar su alma de artistas, se entusiasmó de tal modo el popular mandatario bailando aquellas melodías andinas, que prometió a los ejecutantes, a exigencia del más joven de ellos, de nombre Román Maldonado, concederles para fines de año (1878) su baja y darles pasajes y raciones por 15 días para su retorno al seno de los suyos. Esa promesa del general Alcántara llenó de entusiasmo el corazón de los serranos músicos. Aprestáronse a los preparativos del viaje, ansiosos de contemplar de nuevo los azulosos horizontes de su autóctona comarca. Pero el destino fue una vez más sañudo y cruel con los imberbes componentes de la banda marcial. Su sueño acariciado esfumaríase de la noche a la mañana como tenue nubecilla al contacto de fuerte brisa. Una repentina dolencia física puso término en pocas horas, en la Guaira, a la vida del "Gran Demócrata". Este inesperado suceso y las graves consecuencias que de él se derivaron, privó a nuestros conterráneos de volver a pisar la tierra de sus mayores. El relato que acabamos de hacer, nos fue referido una tarde del año de 1940, en Los Teques, por uno de sus protagonistas, ya anciano, el nombrado Román Maldonado. Oriundo de Rubio y siendo niño de apenas cinco años, fue conducido por sus padres a San Antonio del Táchira, en cuyo lugar transcurrió su vida hasta la edad de dieciséis años en que, habiendo estudiado música y formado parte del grupo filarmónico de la localidad, dirigido por el nombrado Abel Briceño, tocóle expedicionar hacia el centro del país formando parte del ejército regido por el general Zavarce. Casi todos esos jóvenes artistas fueron formando sus hogares en poblaciones distantes de sus montañas nativas. Seguramente deben existir descendientes de ellos. Y sea propicio el momento para manifestar, en relación con el artista Román Maldonado, que este meritorio compatriota ahondó mucho en el arte musical. Estudió y se familiarizó con los clásicos, compuso obras de corte y ambiente nacional, fue director de conjuntos filarmónicos y por muchos años Director de la Banda Presidencial. A su muerte, ocurrida poco tiempo después del relato que ha originado esta página, dejó un acervo armónico de valimiento. Sus hijas, también artistas, heredaron las cualidades de su progenitor, y han derramado enseñanzas, por muchos años, como profesoras de piano en la capital de la República”. El acucioso investigador e historiador chileno Mario Milanca Guzmán en su denso trabajo LA Música en El Cojo Ilustrado (Caracas, 1993), transcribe la crónica aparecida sobre su hijo, el violinista Román Maldonado, quien fue becado por el Gobierno Nacional para cursar estudios en Italia y regresó a Caracas en 1914, donde ofreció un recital el domingo 29 de marzo en la Academia de Bellas Artes. Este mismo académico en su libro La Música en el tiempo histórico de Cipriano Castro. Caracas 1899-1908 (BATT Tomo n° 125), reproduce la fotografía, publicada en El Constitucional, de la Banda Castro dirigida por Maldonado. Milanca, nos ofrece las distintas versiones de José Antonio Calcaño y Ernesto Magliano sobre la posible fecha de nacimiento de nuestro compositor y conductor, afirmando el chileno que, siendo del Táchira, es casi seguro que Román Maldonado entró junto con el ejército del general Castro a Caracas el año 1899. El relato escrito por Contreras Serrano desvirtúa este señalamiento. En este último trabajo, Mario Milanca persigue a este connotado director rubiense. Copiamos, con la intención de mostrar varias fuentes de investigación, lo reproducido por este historiador, publicado originalmente en el ya mencionado órgano de prensa del régimen, El Constitucional. Este es parte del juicio escrito por el connotado compositor, profesor y crítico Jesús María Suárez sobre una retreta de la Banda Castro: "Bajo la inteligente dirección del maestro Román Maldonado oímos a la Banda Castro ejecutar en la Plaza Washington (de Caracas) varias piezas de diversos géneros, dándonos aquella audición el poder apreciar su mérito indiscutible. Fueron aquellas piezas: un magnífico pasodoble, en que hay mucho que admirar, en lo que toca a la instrumentación; la bella obertura de "Juana de Arco"; el gran concertante de la ópera "Hernani"; una espléndida ejecución de "Un ballo in Maschera"; el precioso valse alemán (ilegible); y para concluir dos bambucos andinos: "Las Brisas del Pamplona" (sic), especie de bambuco, muy voluptuoso, y "Los ojos azules", vals instrumentado por el maestro Maldonado, con grandes efectos rítmicos, que hablan muy en alto de sus aptitudes en el arte de la instrumentación. Lo que más nos ha llamado la atención de la pequeña Banda Castro es su colorido instrumental: ora ha dejado oír pianísimos casi ideales, ora efectos graduales de intensidad, verdaderamente artísticos, y también ataques con una precisión y brillantez que satisfacen. Estas cualidades, poco comunes, tratándose de conjuntos, revelan indudablemente, no sólo la laboriosidad del maestro Maldonado, sino también sus conocimientos y gusto". Concluye Milanca, reproduciendo la última estrofa del poema Rasgos que Benicio González Blanco dedicara a mi distinguido amigo señor Román Maldonado Director de la Banda "Castro". "Nació en las cumbres de la sierra andina/ en donde el genio y el valor se acrecen; / En la lucha jamás ha desertado, / pues guarda en el cerebro luz divina, / y como sus virtudes no perecen, / este Aguinaldo ofrendo a Maldonado. Forma parte de la muy pequeña lista de músicos tachirenses que considera José Antonio Calcaño en su clásico libro La Ciudad y su Música. Reseña, a saber: "Román Maldonado, natural de Rubio, en el Táchira, donde nació en 1858 y fue Director de la Banda de Honor del General Castro, y más tarde de la Banda Presidencial del General Gómez". (Tomado de: Hernández Contreras, Luis. (1999). Diccionario de la Música en el Táchira. Proculta. San Cristóbal. pp. 117-120)
 
 
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