Tomado de "Cultores del Municipio Junín 2009" , material perteneciente a Jesús Acevedo, Cronista del Municipio Junín, Táchira, Venezuela
   
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  Silva, Eleazar
 
Escritor. Nace en Rubio en el año de 1876 y muere en combate en la ciudad de Cumaná en 1903. De profesión periodista, ingeniero, soldado, una de las más altas expresiones poéticas del Táchira. Como Díaz Mirón, Andrés Mata, Gabriel Muñoz, vive en el mundo literario del neo-romanticismo pero hace uso de los elementos del modernismo. Estudió los fundamentos literarios en el Colegio de Bucaramanga, donde fue discípulo de Enrique Arciniegas. Retorna al Táchira y lleva por algún tiempo los libros en una casa de Comercio, y luego entra a formar filas en la política local. Fue redactor y colaborador en varios periódicos y su prosa robusta y elegante, le atrajo siempre numerosos lectores. Rosales (1990), indica que: “…su vocación poética no tiene paralización. Al contrario, escribe versos y los recita en las veladas familiares y los deja en los álbumes donde la admiración femenina es encanto de atracción. En un soneto dedicado a la Redactora de “Violetas”, un periódico probablemente de carácter femenino, al exaltar a la mujer, nos dice en un cuarteto: Luego la vi que en el hogar se escuda,/ que hace del bien y la virtud presea, /cumpliendo tierna la bendita idea/ que ángel de amor en la Mujer saluda. (Rosales, Rafael María. (1990). Imagen del Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. p. 500) Eleazar Silva fue discípulo de Ismael Enrique Arciniegas; quien fue su principal animador intelectual de la vida tachirense en su generación; que deslumbró desde su primera adolescencia, no tuvo tiempo de madurar su obra. Para satisfacer su conquistadora ambición Eleazar Silva dejó los salones, las citas de galante amor, las veladas literarias, y se hizo guerrillero. Afrontó todas las contingencias con ese romanticismo en que valor era una nueva forma de distinción y de altivez. De la lucidez del pensamiento y su invariable sensibilidad poética, Constantino Guerrero (1944), afirma que: “Quince años tenía el joven… Era una noche de julio de 1892. Celebraba el Club de Bucaramanga con una espléndida velada, el aniversario de la Independencia de Colombia, cuando de súbito el poeta infantil escala la tribuna, y recita en cadenciosa modulación entre los frenéticos entusiasmos de la multitud, los primeros versos suyos con que se exhibió en público. Un aplauso general saludó al joven bardo. Lluvias de rosas, lanzadas por manos femeniles, le cayeron a los pies. Numerosos caballeros, fueron a recibirle al escabel de la tribuna. En tanto él, ruborizado quizás de su audacia, presenciaba cómo todo un pueblo le hacía la consagración de poeta, en medio de las mayores efusiones de la espontaneidad. (Eleazar Silva: Sus mejores Poemas”, (1944) Ediciones del Ejecutivo del Estado Táchira y Grupo Literario “Yunke”, San Cristóbal. p. X) Antonio Arellano Moreno (1979), uno de los pocos estudiosos de la poética tachirense, en su obra: “Poetas y versificadores Tachirenses”, al hablar de Silva indica que éste: “Da un acento épico a sus poemas, canta con la energía del soldado cuando escucha el alba, reviste toda su gama literaria con un sello altivo y fulgurante. Canta a la mujer amada y desborda en sus poemas toda la pasión varonil que lo estremece”. (Arellano Moreno, Antonio (1979). Poetas y versificadores Tachirenses. p. 201). Régulo Burelli Rivas, (1957), indica de Silva que: “Hay en sus versos una claridad purísima. Su poesía es ardiente, viril, apasionada, impetuosa y llena de fulgor”. (Revista Nacional de Cultura Nº 49). Estos rasgos son característicos en sus poemas, recopilados muy parcialmente, hecho por lo cual la composición de su vida y obra ha sido altamente dificultosa, como “Prometeo”, “Imposible”, “Patria”, “Loca”, “El Ideal”, “El Ferrocarril”, “El Parque desierto”, “Canto a Venezuela”, “María”, “Nocturno” y muchos otros que firmó con el seudónimo de ELVA, seudónimo descubierto por Burelli Rivas. Arellano (1979), citando El Cojo Ilustrado (1900), periódico de Caracas, muestra algunos aspectos de su vida cuando indica que Silva, era: Nativo de Rubio, estudiante de Ciencias y Humanidades en Bucaramanga, colaborador de “El Eco de Santander” y “La Pluma” de su profesor Ismael Enrique Arciniegas, más, después, adiestró su pluma en “El Fonógrafo” de Maracaibo y “El Debate” de San Cristóbal señalándose como escritor político, vigoroso y de sólido criterio republicano (Arellano Moreno, Antonio (1979). Poetas y versificadores Tachirenses”, p. 202). La obra de Silva sigue a pesar de varios esfuerzos realizados dispersa en el Cojo Ilustrado de Caracas, Maracaibo, San Cristóbal, Rubio, Cumaná, y en periódicos de Bucaramanga y Cúcuta de la República de Colombia. Sin embargo, con motivo de la celebración del Sesquicentenario de la población de Rubio, en el año de 1944, el Ejecutivo del Estado Táchira, en acción conjunta con los miembros del Grupo Literario “Yunke”, de la ciudad de San Cristóbal realizan una selección de sus más valiosos escritos: “Eleazar Silva: Sus mejores Poemas”, con prólogo de Regulo Burelli Rivas, y estudio a cargo de Emilio Constantino Guerrero. Del accionar poético de Silva Burelli Rivas (1944), indica que: “Para la época en que aparece en la poesía venezolana Eleazar Silva, el universo lírico estaba ya conmovido por las nuevas corrientes estéticas, por la arrolladora invasión del modernismo poético: escuela ésta en que se fundían diversas actitudes del pensamiento, de la emoción y del lenguaje; el simbolismo de las imágenes, la más aguda y aristocrática sensibilidad decadente, y la euritmia de la expresión parnasiana. Ya el romanticismo que-jumbroso estaba en crisis, pero su influencia seguía poderosa, aunque atenuada por una nueva disciplina, por una conciencia revolucionaria del arte y de la vida. La primera etapa del modernismo nacional, es más bien un período de neo-romanticismo, dentro del cual pueden tomarse como paradigmas los nombres de Gabriel Muñoz y de Andrés Mata, romanticismo inevitable, pero atemperado por nuevas disciplinas. Depurado a través de una alquimia de buen gusto y elegancia verbal; romanticismo discreto y ponderado, contenido en normas de sobriedad, sin desplantes; tal ésa etapa del neo-romanticismo. Príncipe de esa escuela pudiéramos llamar a Díaz Mirón. Esa es la escuela del tachirense Eleazar Silva”. (Eleazar Silva: Sus mejores Poemas”, (1944) Ediciones del Ejecutivo del Estado Táchira y Grupo Literario “Yunke”, San Cristóbal. pp. VI-VII). Del poeta rubiense Rafael María Rosales (1990), en su obra: “Imagen del Táchira”, al referirse a los rasgos de su poética indica que: “Sus versos resumen el amor y el dolor, la vida y la muerte, acaso porque la flor de su existencia puede ser el pétalo sumido en el pantano del asombro, al luchar por una causa traumatizada con la angustia del alma venezolana. Por lo mismo, al pensar en la tristeza del rostro ensombrecido, adelanta el mal presagio del destino patrio, y expresa: ¿Cuál la causa será? No la adivino/ de esa pagina negra de tu historia/ que ha dejado grabada en tu memoria/ la infinita nostalgia del destino. (Rosales, Rafael María. (1990). Imagen del Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. p. 498). El mismo autor muestra la trágica hora de la muerte del poeta: “… cuando la poesía venezolana espera las mejores cosechas líricas del caminante envuelto en el sol de sus ilusiones, viene la muerte y paraliza la mano que traza los rasgos del águila al iniciar su vuelo e interpreta la luz de los graneros al comenzar el alba. Es el fatal 8 de octubre de 1902 y una bala vulgar destroza el corazón del poeta-soldado. Su pecho abre el rojo de la herida como un clavel arrebato por el viento del drama enrojecido por la sinrazón. El desenfado de su aventura conserva la frescura de su hermosa Elegía: “Sobre tu sangre” y de la misma emerge el premonitorio sentir de la pasión andante y/ de la llama de todas las pasiones,/ de todos los anhelos imposibles/ y de toda la savia contenida./ Que estalla en explosiones delirantes, /Explosiones de todas las ternuras/ De los primeros años de la vida”. (Rosales, Rafael María. (1990). Imagen del Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. p. 498). En esta Elegía el singular poeta rubiense Eleazar Silva delinea anticipadamente la culminación de su destino: Sobre la tibia charca de tu sangre/ Caíste. Fue junto al derruido muro/ Y con ciego coraje de suicida/ La columna, diezmada, marchó al paso/ Impávida y estoica, como oleajes/ De la vida al chocar contra la vida. (Rosales, Rafael María. (1990). Imagen del Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. p. 498. p. 501).
 
 
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